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Romper el silencio para prevenir el abuso sexual infantil.


Pintaba hace cuatro años en el espacio solidario del Festival de Cine de Málaga, en nuestra Plaza de la Merced, con las amigas de la Asociación Alhelí. En un ratito, el color se extendió y los voluntarios y colaboradoras de las asociaciones y fundaciones vecinas, se acercaron a nuestro estand para ponerse un toquecito de purpurina en el rostro, y así conocí al estupendo equipo de la Asociación REDIME. 

REDIME nace en 2004, de la unión de varias víctimas de abuso sexual en la infancia, Miriam, Mª Carmen, Eliseo... comparten su experiencia y la carencia sistémica de ayuda profesional específica. Se ponen en marcha, se documentan y conforman los primeros grupos de autoayuda o ayuda mutua, por los que ya han pasado más de seiscientas mujeres y hombres. En 2010, la actividad es tal que se constituyen legalmente como asociación cuyo objetivo primordial es el acompañamiento en la recuperación de las víctimas adultas de abuso en la infancia, destacadamente, abuso sexual, facilitándoles herramientas para lograr equilibrar sus vidas; además, se persigue promover una mayor información y lograr una prevención eficaz.

La primera duda que nos asalta es de qué hablamos cuándo nos referimos al abuso sexual infantil. Este tipo de abuso consiste en una actividad sexual que, por la edad o desarrollo personal de una de las partes, determina la falta de conocimiento y consentimiento libre de ésta. Nos parece un elemento claro cuando media violencia pero no tanto en otras situaciones (abuso de poder, asimetría de edades o roles, chantaje, seducción, engaño, juego, regalo..) y también lo es entonces. Toquetear, besar, acariciar de forma inapropiada, proposiciones indecentes, compartir relatos, fantasías o pornografía, todo ello es abuso sexual. 

Eva Medina, coordinadora de proyectos en REDIME, destaca una gran dificultad que concurre en este tipo de situaciones, y es que los abusadores sexuales no tienen un perfil exclusivo y fácil de detectar, pues suelen ser personas de apariencia normal, inteligencia media, cualquier estrato social: “En la mayoría de los casos, por ello, suele dudarse de la víctima, ante la reputación intachable del agresor. Y aunque la mayoría de las personas suelen afirmar que si conocieran que un abuso sexual se está produciendo en su entorno lo denunciaría, lo cierto es que en el 45% de los casos en los que los menores lo cuentan, no reciben respuesta ni protección alguna por parte de la persona a la que revelaron los hechos (López, 1995)”. Resulta esencial saber que esto sucede, en parte, porque los agresores suelen pertenecer a la familia o al círculo de confianza de los niños y niñas, pues a diferencia de lo que se cree, los desconocidos que abusan son el perfil minoritario, y lógicamente, son los que suelen denunciarse, la familia se une contra el enemigo externo.

La labor que realiza REDIME y otras entidades con igual objetivo es, desde luego, mucho más que necesaria, diríamos, urgente, atendiendo a los datos: “De acuerdo con el estudio de prevalencia más representativo (Félix López), un 20% de la población española reconocía haber sido víctima de abusos sexuales en su infancia y adolescencia, cifra que contrasta con las recogidas en el Informe sobre Delitos contra la Libertad e Indemnidad Sexual (2019), por el Ministerio del Interior, refiriendo 7.250 casos. Todo indica que la mayoría de los abusos siguen sin salir a la luz, tal como ya apuntaba la investigadora Maribel Martínez, estimándose que conocemos únicamente el 2% de ellos. Según el Consejo de Europa, 1 de cada 5 menores europeos (cifra establecida por la media de muestras de estudios de prevalencia) sufren abusos antes de alcanzar su mayoría de edad”, nos cuenta Eva.

Foto: https://redime.net/

Ante este escenario, nos preguntamos cómo podemos detectar un posible abuso, Eva nos da algunas claves: “Desde luego, existen señales muy evidentes, indicadores de agresión sexual (sangrado, heridas, laceraciones en la zona perianal, enfermedades de transmisión sexual, presencia de semen o embarazo), el problema es que no siempre se dan y aparece difícil observarlos a simple vista, a no ser que participemos en labores de aseo del pequeño. No obstante, cualquier indicador que tiene que ver con la esfera sexual y con juegos, masturbación compulsiva, conocimientos sexuales inapropiados para la edad del pequeño o su desarrollo, debe llevarnos a indagar qué ha podido motivarlos. Por supuesto, si una víctima nos cuenta o describe una situación de abuso sexual, con sus palabras, dibujos o juegos, hemos de atenderla inmediatamente”.

Eva nos explica que existen indicadores más sutiles e inespecíficos que pueden deberse a otras causas por lo que, en todo caso, merecen que nos acerquemos al niño o la niña e intentemos ayudar en la dificultad que puedan estar viviendo. Así, cambios de hábitos de comida y sueño, dolores de cabeza o barriga sin causa orgánica, problemas de control de esfínteres, rendimiento escolar o absentismo frecuente, comportamientos regresivos, disruptivos, aparición de fobias escolares, dificultades en las relaciones con iguales y, en etapas más avanzadas, intentos de suicidio, autolesiones, consumo de drogas y alcohol, huida del hogar o graves alteraciones de la autoestima.. son pistas que pueden hacernos sospechar que existe un grave y profundo malestar que requiere nuestra atención.

La labor informativa y preventiva aparece imprescindible actualmente, a la vista del fácil acceso que nuestros pequeños tienen a material de contenido sexual, a causa de las nuevas tecnologías. La media de edad de ese primer contacto con tal contenido es de 11 años, según nos cuenta Eva, si bien puede llegar a rebajarse a 8 años “aunque no accedan a ellos de forma premeditada”. Reconocemos que nos ha llamado tremendamente la atención un datos que nos ofrece Eva: el mayor consumidor de pornografía es el público entre 12 y 17 años, para los que se trata de una herramienta de aprendizaje, de modo que en tales edades, no son capaces de reconocer que ven imágenes de ficción, no comprenden que éstas les predisponen  para la violencia y cosificación de los seres humanos. Y esto es gravísimo”. 

Resulta obligado saber cómo podemos acompañar a una víctima de abuso sexual infantil:  El tiempo que ha durado el abuso y la respuesta que la víctima recibe cuando sale a la luz son determinantes: sentirse creído, exculpado y protegido es esencial para favorecer su recuperación y estabilidad. Nunca debemos minimizar los hechos, ni presionar a la víctima para que cuente más de lo que está preparado para compartir o actúe como si nada hubiera pasado, resultando primordial buscar ayuda especializada a fin de concretar el origen del trauma, reconocer el alcance del daño e identificar al responsable” -explica Eva.

Por su parte, los recursos de REDIME son muy limitados y la demanda alta, prestando servicios psicológicos, jurídicos y de mediación, totalmente gratuitos que requieren de profesionales cualificados, además de realizar formaciones en prevención de abusos sexuales en colegios, institutos y colectivos cruciales para detener y abordar estos casos. Por eso es tan importante colaborar, en la medida de lo posible, ser sociales, para ello, invito a visitar la página web y perfil en redes de REDIME, para aportar nuestro granito de arena en una labor ingente y complicada, no solo por su naturaleza sino por la financiación y dedicación que ella implica. 

Foto: https://redime.net/

Desde estas líneas damos las gracias al equipo REDIME por la incansable labor que realiza y, por supuesto, a Eva, que desea destacar una realidad incontestable: es necesario poner este tema en la mesa del debate público para trabajar en una prevención real y eficaz, concienciando a la ciudadanía e implicando a las instituciones públicas y privadas, para invertir en formación, estudios y estrategias preventivas. 

La causa lo merece, como bien dice Eva: No podemos salvar a todos los niños y niñas pero estamos comprometidos para ser parte del cambio que tanto necesitamos, ser su voz y la de todos los adolescentes que han sido silenciados por generaciones

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