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Carmen, Iber y Anuk.

Este post tan especial es parte de mi voluntariado en la Asociación Alhelí, de ayuda para la prevención del duelo patológico. 

Se trata del testimonio de Carmen, una de sus dolientes, que compartió conmigo un trocito de su vida y de su paso por la asociación. 

Iber, hijo único de Carmen, murió el 2 de marzo de 2020, 5 días antes de cumplir 28 años. Anuk, su hermano canino, murió tres meses más tarde. 

Su nombre, “Iber”, es un fragmento de la palabra “libertad” que sus padres tomaron prestado cuando nació. Iber dibujaba, soñaba y diseñaba magistralmente: era todo arte, creatividad, ingenio, luz, empatía, corazón, sensibilidad, conciencia. 

Fuente foto: https://asociacionalheli.org/
Carmen sabe que Iber presentía la pandemia, el confinamiento, la limitación de nuestra libertad. En sus sueños, él le ha explicado por qué se marchó tan pronto: “Mamá, tengo que estar aquí, llega mucha gente de golpe”. Iber los acoge, entre ellos, a su dulce peludo, Anuk; no consintió que se fuera antes que él. 

“Se subió al coche aquella tarde y nunca llegó a su destino: caída la noche, su amigo Raúl me llamó, Iber no había aparecido, yo supe que algo terrible había sucedido. Recorrí el camino que él siguió y mi corazón se partió en pedazos en el instante en que divisé el operativo de urgencias en la carretera”. 

De madrugada, Carmen volvió a casa acompañada de su familia. Se abrazó a Anuk, se tumbó con él sobre la alfombra y durmió o nada parecido, dos horas, quizá tres. Al amanecer, Anuk la despertó para salir, el frío de la mañana la golpeó en el rostro. “Desde el principio, me he dejado guiar por profesionales: ellos saben qué hay que hacer”. 

Antes de aquel fatídico día, la vida ya había enseñado a Carmen muchas lecciones, demasiadas. Luchadora, incansable y generosa, las había aprendido todas, construyendo con esfuerzo, horas robadas al sueño y tesón, un triángulo perfecto: ella, Iber y Anuk. Pero presentía que, en esta ocasión, la enseñanza sería muy distinta y necesitaría ayuda profesional. 

Así, pocos días después del fallecimiento de Iber, aconsejada por su médico de cabecera, Carmen contactó con la Asociación Alhelí y, tras varios meses de asistencia telefónica, las restricciones por la pandemia se redujeron y fue posible una reunión física el 2 de junio de 2020. “Desde el inicio, realizamos ejercicios de “recuerdo positivo”, entendiendo que nuestro ser querido sigue a nuestro lado, pero de otra forma. Sentí mucho dolor, no solo propio, también del resto de personas que componían mi grupo de apoyo, pero el soporte y el acompañamiento de Cristina, Chary y Noelia ha sido constante, sólido y eficaz”. 

El duelo no es solo del corazón y el alma, también del cuerpo: “se sufre un dolor físico tremendo, el cuerpo se dobla, el llanto te sacude y todo se desmorona alrededor… He llorado muchísimo, pero también he abrazo constantemente, he recibido respeto para transitar mi duelo y he huido de quien me juzgaba o marcaba tiempos, porque el duelo es solo nuestro, nadie debe sentenciarnos, empujarnos o cronometrarnos”. “Yo perdí a mi hijo, mi hermana perdió a su sobrino, mi madre a su nieto mayor… Iber también es parte de la vida de sus amigos”. 

Arropada por su familia, sus hermanas y hermanos, su madre, Carmen acudió acompañada a las primeras reuniones del grupo de apoyo: su hermana Silvia y la abuela de Iber también han recibido la ayuda profesional que presta Alhelí. “Alhelí forma parte de nuestras vidas y nuestra recuperación, me ha dado los recursos y las herramientas necesarias, he aprendido que hay fases, que vienen y van, y es normal, sé qué está pasando. Hubiera sido nefasto no comprender qué sucede y pensar que estaba volviendo al comienzo o cayendo en una depresión”. 

Carmen conserva un cuaderno que contiene los ejercicios de “recuerdo positivo” propuestos por Cristina, Chary y Noelia durante el desarrollo de su grupo de apoyo: extraordinaria y primorosa colección en papel y tinta de escucha activa, respeto, empatía, unión, dolor, comprensión, lágrimas, sonrisas, conexión, sentimiento, crecimiento y sanación. Estos ejercicios, cruciales durante el desarrollo del grupo de apoyo, siguen siendo una recurso necesario y útil para superar el zigzagueo del duelo, sus altibajos, esa “noria de sentimientos” que Carmen conoce bien. 

Además de reforzar el “recuerdo positivo” de Iber, estas actividades ayudan a Carmen a fortalecer su autoestima y su capacidad de resiliencia, invitándola a retener en su memoria momentos agradables y felices, identificar instantes maravillosos que siguen dándose, animarse a probar cosas nuevas, desarrollar la creatividad y ser consciente de lo que sí está en su mano y de lo que escapa a su control. 

Carmen aún mantiene el contacto con los dolientes de su grupo de apoyo, a través de WhatsApp, comparten días y momentos, la escucha activa permanece, libre de juicios y cortapisas. La muerte de Iber fue un punto de inflexión en la vida de sus amigos y su novia: “Dejaron las dudas y los miedos a un lado, emprendieron los proyectos que nunca iniciaban y están saliendo adelante trabajando en lo que realmente les gusta, como él siempre deseó”

Carmen quiso que las cosas de Iber fueran también de sus amigos y sus primos: la tablet, la bicicleta, su ropa… ahora las tienen y utilizan ellos e Iber los acompaña en sus proyectos. “Mamá, sigue adelante”. 

Después de dieciocho meses de baja, Carmen ha vuelto a su trabajo en un concesionario de coches. La mejor vendedora del año, de muchos años, ahora lo hace de otra manera: “Mi trato con el cliente es distinto, mi forma de vender también, veo a esas parejas buscando un coche familiar, preguntando por la seguridad del vehículo o la sillita del bebé, que hubiera podido ser mi nieto y, aunque es duro, yo les atiendo de la forma en que le atendería a él y a su novia y es algo maravilloso”. La empresa, sus compañeros, incluso los clientes, han sido y son un soporte para Carmen, han respetado sus tiempos, la espera y la han recibido con los brazos abiertos y la sonrisa en los ojos: “Quiero pensar que somos mejores, más empáticos y solidarios, que la pandemia nos ha obligado a mirarnos a los ojos y comunicarnos con esa mirada”. Pero no es fácil, nada fácil. 

Desde su mesa de trabajo, Carmen tiene a la vista el punto exacto en el que Iber se fue. Y, aunque él le da el impulso para levantarse cada mañana, hacerse con la rutina y salir adelante, en su corazón, el dolor permanece: “Es muy injusto que se marchara tan pronto, necesitaba más tiempo con él. Sé que está a mi lado, me guía y me enseña a dar prioridad a lo que realmente la merece”. “Estoy orgullosa de haber sido su madre: es lo más importante que he hecho en mi vida”. 

Carmen guarda un diario en el que comparte con Iber los momentos que se van dando en su vida y también sus encuentros e instantes en mariposas, luces, sonrisas, plumas, imágenes que son él: “Y si veo algo que me recuerda a Iber o que estoy segura de que le hubiera gustado, lo comparto con mi familia sin dudarlo”. 

Carmen cuida con esmero uno de los árboles de aquel parque que recibió parte de las cenizas de Iber, los nombres escritos de sus amigos y los paseos con Anuk, la mejor compañía esos primeros meses de pérdida, hasta que el pequeño no pudo aguantar más sus achaques y marchó a los brazos de su hermano humano. 

Desde el cariño inmenso, sus vecinos quisieron regalarle un perro, Carmen no consintió: ella sabe que llegará cuando deba llegar, cuando Iber y Anuk lo elijan y se lo envíen, con una gota de su esencia, su sonrisa, su voz, sus ojos y sus abrazos. 


El pasado dos de octubre de 2021, durante la celebración de la Sexta Gala Aniversario de la Asociación Alhelí, Carmen recibió de las manos de su equipo profesional, el reconocimiento a su esfuerzo y generosidad, cualidades que ha vuelto a demostrar al prestarnos este testimonio, sincero y cercano. 

Gracias, Carmen, por ser la luz que siempre permanece, por dejarnos aprender tanto de ti y ser agente del cambio.

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