- Niño, ¿duermes? -susurra una voz de mujer.
Silencio.
- Niño, ¿me escuchas? -la misma mujer con la misma voz repite.
- ¡Niño, ¿me estás
escuchando o qué?! -la voz y la mujer gritan.
- ¡Mari, por Dios!,
¿qué quieres?... -responde una voz medio dormida.
- Oye, ¿has atado a
Pulguita?
- Sí, claro que sí.
- ¿Estás seguro?
-insiste.
- Sí, claro, mujer,
duérmete ya...
Pulguita es un perrito menudo y enclenque que recogieron de la calle cuando era un cachorro. Tiene las patitas delanteras muy cortas, la cabeza grande para su pequeño cuerpo, el estómago delicado y el pelo calamitoso.
Pulguita es un angelito de color azabache, obediente y juguetón, con enormes orejas que se despliegan y saltan mientras trota feliz por el patio, siempre que el suelo no esté mojado, odia la lluvia.
Pulguita es ligero como
una pluma y cuando el viento sopla con ganas, él acaba volando de un lado al
otro del patio, casi planeando con sus gigantescas orejas y ladrando al aire,
como si quisiera morderlo para lograr que lo suelte.
- Mari, ¿duermes?
-susurra la voz de hombre.
Silencio.
- Mari, ¿me escuchas?
-el mismo hombre con la misma voz repite.
Suena de nuevo el
silencio en el dormitorio, el viento continúa silbando fuera con furia.
Se oye un ruido, como
un golpe amortiguado.
- ¡Mari!, ¿me estás
escuchando o qué? -la voz y el hombre gritan.
- ¡Niño, por Dios!,
¿qué quieres?... -responde una voz medio dormida.
- Oye, sólo por
curiosidad, ¿por qué me has dicho antes lo de Pulguita?
- Por nada... sólo que
me ha parecido ver un bulto pasar volando por delante de la ventana -responde
Mari- ¿a qué viene esa pregunta?
Silencio, profundo
silencio.
Pulguita ha aterrizado
encima del poto gigante que se trajeron de casa de la suegra de Mari, ya no
cabía en el salón, tocó techo.
- Pues Mari... no estoy yo seguro de haber atado al perro...
El ángel azabache se llamaba en realidad Snoopy y nunca durmió fuera de mi casa.
Comentarios
Publicar un comentario