Francisca dejó España hace décadas, marchó a Alemania y, después de un difícil periodo de adaptación, consiguió salir adelante y ahorrar algo de dinero. Allá por el 2010, no sé cómo ni por dónde, llegó a mi despacho y la acompañé en el proceso de compra de una pequeña casita en el campo, en el interior de esa Málaga que tanto añoraba.
- "Patricia, ¿sabes quién soy?" -me preguntó. Francisca tiene un acento mitad malagueño mitad alemán, la distinguiría entre mil voces.
- "¡Cuánto tiempo sin saber de Vd.! ¿Cómo va todo, Francisca?".
- "¡Pero bueno, si me ha reconocido!" - me respondió, visiblemente emocionada.
- "¡Claro que sí! ¡Qué bien que guardara mi número!"
- " Por supuesto, en un papelito lo apunté y lo metí en la mesilla del salón. Cuando algo ha ido bien, hay que volver a ello".
- "Estupendo, Francisca, de verdad que sí. Cuénteme, ¿en qué puedo ayudarla?".
- Patricia, verá Vd., voy a España muy pronto y me gustaría, nada más llegar, hacer testamento".
Nos pusimos manos a la obra.
Francisca, ya viuda, quería dejar sus bienes españoles a sus tres hijos, también un pequeño legado a una ONG española. Así se dispuso en el documento y así aguardábamos al notario en la sala de firmas.
Durante la espera, le comenté si estaba al tanto de las actividades de la entidad beneficiaria del legado, vía email, redes, móvil...
"Patricia, la verdad es que no, sé de su labor por un familiar, con eso me basta. Hace unos años realicé un donativo a una organización y me llenaron el móvil de mensajes, ¡no sabes qué agobio y qué pesadez!. Al final tuve que llamar y pedirles que dieran de baja mi número. Si lo llego a saber, no hago el donativo, con eso se lo digo todo".
Más alto puede, más claro imposible.
El viaje del donante ha de transcurrir de manera tranquila y fluida, como un paseíto en góndola. Jamás puede ser una carga para la persona con la que hemos logrado, no sin esfuerzo, una conexión tal que ha decidido hacer un donativo a nuestra causa en lugar de a otra de las miles que existen.
Cierto es que debemos reconocer y agradecer la aportación, alimentar la conexión, cultivar el vínculo con dedicación y constancia, pero sin atosigar al donante.
Así, Francisca sabrá que todo ha ido bien y volverá a ello.
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