En la película no atiné a escuchar ningún nombre para ella, creo que Adso tampoco.
Es lo que pasaba (y pasa) siendo mujer y pobre.
Pero la rosa tenía nombre, como todas esas personas, menores o no, que aparecen en algunas imágenes, fotografías y vídeos de asociaciones y fundaciones.
Esas personas siempre tienen nombre, aunque (muchas veces) nadie nos lo diga. Podemos considerarlo dejadez e ignorancia (no sólo del nombre, sino de la Ley), también falta de respeto.
Esas personas, por muy complicada que sea la situación en que se encuentren, no son objetos. Y tienen nombre.
Esas personas, por muy sonrientes y optimistas que aparezcan ante las dificultades, están librando una lucha. Y tienen nombre.
Esas personas, por muy salvadores que nos sintamos, no necesitan nuestra caridad sino nuestra solidaridad. Y tienen nombre.
Esas personas no están ahí para que las fotografiemos y las utilicemos como un maniquí en un escaparate. Y tienen nombre.
Ya sea inmensa, mediana o diminuta nuestra organización o nuestro perfil en redes, la próxima vez que la emoción y el deseo de arreglar el mundo nos embargue y saquemos el móvil para captar esa imagen que tan bien nos vendrá para nuestro material, antes de dejarnos llevar, preguntemos si podemos tomarles una foto, digámosles qué vamos a hacer con ella, anotemos su nombre si están de acuerdo, llevemos encima un formulario para que el consentimiento de mayores y mayores en representación de menores conste por escrito...
Y no olvidemos nunca que la rosa tenía nombre, aunque ni Adso ni yo lo sepamos.
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